¿Qué le ocurriría a un cirujano tras acabar la carrera tardara mucho tiempo en empezar a operar, o a un arquitecto que tardara en empezar a diseñar? Que perdería los conocimientos adquiridos para la práctica, y seguramente en el corto plazo, valor como profesional.
La formación y preparación es importante, pero la práctica es lo que nos permite entrar y mantenernos “en mercado”. Si no empezamos a ejercer, empezamos a “oxidarnos”. Empezamos a valer menos.
Las técnicas y conocimientos son necesarias pero no suficientes, es necesario “saber hacer”, es decir trasladar y aplicar el conocimiento a la acción. Pero hay un problema: De partida, las empresas, sus departamentos de recursos humanos, piensan que todos los candidatos a un puesto tienen el mismo nivel de técnica y conocimiento. Así las cosas, para optar a un puesto tendremos que buscar algo que nos diferencia del resto de aspirantes/competidores.
En este punto es donde las prácticas en empresas tienen un alto valor y se convierten en un elemento diferenciador, en un valor añadido de nuestro perfil. Seremos capaces de poder ofrecer la aptitud de generar nuevas ideas, de ofrecer nuevas soluciones a viejos problemas, incluso muchos de ellos pertenecientes a las tareas rutinarias de cada día.
La tarjeta de presentación como candidato a un puesto ya no sólo es la formación teórica que poseemos sino más nuestra práctica; Poseer esta formación en prácticas nos permitirá ofrecer una nueva vía de ver las cosas, una aptitud para responder satisfactoriamente a las situaciones cambiantes y una capacidad de poder ver desde una nueva perspectiva situaciones previamente definidas para el puesto.
“Los estudios te dan la información… la empresa la formación”